Hay muchas cosas del día a día que nos pueden sacar de nuestras casillas: el trabajo, las labores del hogar, nuestros hijos… A veces no hace falta ni que sea un gran problema, pero es que hay días que nos cuesta seguir adelante.
Ya sea por un gran problema o por uno pequeñito, no podemos transmitirle ese nerviosismo y agitación a nuestro hijo, aunque haya sido el desencadenante. Somos su roca y su espejo de conducta.
1. Date un poco de tiempo
Cuando veas que tu pequeño ha hecho una gran trastada, sal de la habitación unos segundos. Si tu hijo es demasiado pequeño, déjalo en la cuna o en el parque y vete a otra habitación. Esto te dará un tiempo para calmar tus nervios y al pequeño le hará entender que lago ha pasado para que su madre se haya ido. Es muy difícil hacerle entender a un bebé que ha hecho algo mal, pero ver que no estás le hará pensar. Si estás muy nerviosa, date unos minutos, ponte algo de música y recuerda, es sólo un bebé y es tu mayor alegría, haya hecho lo que haya hecho.
2. Rebobina a un momento mejor
Cuando estés intentando calmarte, piensa en el último gran momento de tu bebé. Seguro que te viene uno rápidamente, y después otro, y todo y otro más. Te darás cuenta que los buenos momentos con tu bebé superna por goleada a los malos momentos como este.
3. Piensa en positivo
Es casi imposible no agobiarnos cuando la situación nos supera, pero intenta pensar en positivo. Puedes decir “Estoy harta y agobiada”, pero mejor puedes enfocarlo como “Voy a superar esto, ¡yo puedo! Recuerda que el cerebro es un poquito tonto y se acaba creyendo lo que le decimos.
4. Finge hasta que te recuperes
Puede que no seas capaz de calmarte, pero vas a tener que volver con tu hijo aun estando un poco altera. Sea lo que sea que te haya hecho perder la calma, tu hijo no debe notarlo. Fuerza un tono de voz suave y tranquila que no altere a tu bebé.
5. Déjate ayudar
Ya sea por tu pareja, tu madre o la persona que te ayude con los niños. Hoy eres tú la que necesitas un tiempo para calmarte, pero mañana puede ser él. Deja a tu hijo con su padre unos minutos y sal a dar un paseo para despejarte.
6. Cambia el chip
No importa si es lo último que te apetece hacer hora, pero cambia tu personaje. Pasa de ser una mamá enfadada a ser la sofisticada mujer que no se achanta con nada o la gran deportista que logra todas sus metas. Puede parecerte tonto, pero ducha+ropa+pintalabios o zapatillas+ejercicio pueden hacerte sentir así y ayudarte a salir de la situación en la que te has quedado atascada.
7. Haz preguntas
A veces nuestros hijos no entienden las situaciones de los adultos y, una manera de ayudarle a entenderlo, es haciéndoles preguntas: ¿Por qué crees que papá están enfadado ahora? o ¿Qué crees que has hecho mal?
8. Haz sonar la alarma
Todas tenemos “señales” de que vamos a explotar en breve. La mía es empezar a suspirar fuerte y echando el aire por la boca. Mi madre será de apretar bien los labios. Descubre cuál es la tuya y enseñará a tu pequeño a que cuando te vea “hacer sonar la alarma” es momento de cambia la actitud.
9. ¡Toca las palmas!
Este truco me sorprendió y no lo he puesto en práctica, pero la próxima vez lo intentaré. Por lo visto, dicen que el hecho físico de aplaudir (fuerte si estás muy enfadad) ayuda a relajar la tensión y el estrés. Así que, si estás enfadad, ¡toca las palmas! Al menos suena mejor que un portazo.
10. Comparte tus preocupaciones
No hay nada de malo en que tus hijos sepan que sus padres no lo saben todo, antes o después lo descubrirán solos. Así que, cuando te empieces a sentir enfadada o frustrada, habla con tu hijo. Ayer mismo tuve que usarlo yo. Respiré profundo, hice sonar la alarma (punto 8) e intenté poner un tono de voz tranquilo (punto 4).
- Cielo, me estoy agobiando un poco porque se hace tarde y no te estás quieta para que te pueda peinar. ¿Qué podemos hacer?
- ¿Quedarme quieta mami?
- ¡Qué lista es mi niña!